Imposible
que alguien sea capaz de no derramar una lágrima en estas dos escenas (y en otras) de
la inolvidable película Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore. ¿Alguien puede
no emocionarse cuando Elena aparece finalmente para corresponder al amor de Totó
o cuando Salvatore, treinta años después, visualiza el regalo que le ha dejado su amigo Alfredo, el antiguo proyeccionista: una
amplia recopilación de escenas de besos que habían sido censuradas y eliminadas
de las películas?
Totó/Salvatore
entra en el confesionario donde Elena espera encontrar, como es lógico, al
sacerdote:
-Tranquila, no te muevas. Disimula, soy Salvatore
-¿Qué haces
aquí?
-Debía
hablarte. Eres bellísima, Elena. Eso es lo que quería decirte. Cuando te veo no
puedo articular dos palabras…porque me haces temblar. No sé qué se hace en estos
casos. Qué se dice. Es la primera vez. Pero creo que estoy enamorado de ti.
Elena
sonríe.
-Cuando
sonríes eres aún más bella.
-Salvatore,
eres muy amable conmigo. Me eres simpático…pero no estoy enamorada de ti.
-¡No me
importa! ¡Esperaré!
-¿Qué?
-Hasta que
te enamores de mí. Escúchame bien: todas las noches, después del trabajo, me
pararé frente a tu casa y esperaré. Todas las noches. Cuando cambies de idea,
abre la ventana. Sólo eso, yo lo entenderé.
Cinema
Paradiso es una historia sobre los sueños de un niño que crece, se enamora y
desea que lo que ha visto en el cine se convierta en realidad. El tantas veces
vilipendiado (y a veces sin razón) José Luis Garci dijo que, cuando dio su primer
beso, le sorprendió la ausencia de banda sonora. La música del gran Enio
Morricone es aquí imprescindible. Morricone nos manipula, nos
conmueve, nos ablanda. ¿Y qué? Nos dejamos. Y, si además de la música de Morricone,
nos encontramos con el talento de Pat Methey y Charlie Haden, podemos decir que
nuestros sueños, como los de Totó, se han hecho realidad.
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