viernes, 8 de febrero de 2013

Cinema Paradiso



Imposible que alguien sea capaz de no derramar una lágrima en estas dos escenas (y en otras) de la inolvidable película Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore. ¿Alguien puede no emocionarse cuando Elena aparece finalmente para corresponder al amor de Totó o cuando Salvatore, treinta años después, visualiza el regalo que le ha dejado su amigo Alfredo, el antiguo proyeccionista: una amplia recopilación de escenas de besos que habían sido censuradas y eliminadas de las películas?

Totó/Salvatore entra en el confesionario donde Elena espera encontrar, como es lógico, al sacerdote:
 
-Tranquila, no te muevas. Disimula, soy Salvatore

-¿Qué haces aquí?

-Debía hablarte. Eres bellísima, Elena. Eso es lo que quería decirte. Cuando te veo no puedo articular dos palabras…porque me haces temblar. No sé qué se hace en estos casos. Qué se dice. Es la primera vez. Pero creo que estoy enamorado de ti.

Elena sonríe.

-Cuando sonríes eres aún más bella.

-Salvatore, eres muy amable conmigo. Me eres simpático…pero no estoy enamorada de ti.

-¡No me importa! ¡Esperaré!

-¿Qué?

-Hasta que te enamores de mí. Escúchame bien: todas las noches, después del trabajo, me pararé frente a tu casa y esperaré. Todas las noches. Cuando cambies de idea, abre la ventana. Sólo eso, yo lo entenderé.

 
 
Cinema Paradiso es una historia sobre los sueños de un niño que crece, se enamora y desea que lo que ha visto en el cine se convierta en realidad. El tantas veces vilipendiado (y a veces sin razón) José Luis Garci dijo que, cuando dio su primer beso, le sorprendió la ausencia de banda sonora. La música del gran Enio Morricone es aquí imprescindible. Morricone nos manipula, nos conmueve, nos ablanda. ¿Y qué? Nos dejamos. Y, si además de la música de Morricone, nos encontramos con el talento de Pat Methey y Charlie Haden, podemos decir que nuestros sueños, como los de Totó, se han hecho realidad.
 
 

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