La cocina como lugar de
magia y alquimia, de conocimiento y placer, en la estupenda novela de Laura
Esquivel que adaptó al cine Alfonso Arau, con música de Leo Brouwer.
CODORNICES
EN PÉTALOS DE ROSAS. Laura Esquivel
"Manera
de hacerse:
Se
desprenden con mucho cuidado los pétalos de las rosas procurando no pincharse
los dedos pues aparte que es muy doloroso (el piquete) los pétalos pueden
quedar impregnados de sangre y esto además de alterar el sabor del platillo, puede
provocar reacciones químicas por demás peligrosas.
(...)
La
fusión de la sangre de Tita con los pétalos de las rosas que Pedro le había
regalado resultó ser de lo más explosiva. Cuando se sentaron a la mesa había un
ambiente ligeramente tenso, pero no pasó a mayores hasta que se sirvieron las
codornices. Pedro, no contento con haber provocado los celos de su esposa, sin
poderse contener, al saborear el primer bocado platillo, exclamó, cerrando los
ojos con verdadera lujuria:
-¡Éste
es un placer de los dioses!
Mamá
Elena, aunque reconocía que se trataba de un guiso verdaderamente exquisito,
molesta por el comentario dijo:
-Tiene
demasiada sal.
Rosaura,
pretextando náuseas y mareos, no pudo comer más que tres bocados. En cambio a
Gertrudis algo raro le pasó. Parecía que el alimento que estaba ingiriendo
producía en ella un efecto afrodisíaco, pues empezó a sentir que un intenso
calor le invadía las piernas. Un cosquilleo en el centro de su cuerpo no la
dejaba estar correctamente sentada en su silla. Empezó a sudar y a imaginar qué
se sentiría al ir sentada a lomo de un caballo, abrazada por un villista, uno
de esos que había visto una semana antes entrando a la plaza del pueblo,
oliendo a sudor, a tierra, a amaneceres de peligro e incertidumbre, a vida y a
muerte. Ella iba al mercado en compañía de Chencha la sirvienta, cuando lo vio
entrar por la calle principal de Piedras Negras, venía al frente de todos,
obviamente capitaneando a la tropa. Sus miradas se encontraron y lo que vio en
los ojos de él la hizo temblar. Vio muchas noches junto al fuego deseando la
compañía de una mujer a la cual pudiera besar, una mujer a la que pudiera
abrazar, una mujer... como ella. Sacó su pañuelo y trató de que junto con el
sudor se fueran de su mente todos esos pensamientos pecaminosos.
Pero
era inútil, algo extraño le pasaba. Trató de buscar apoyo en Tita pero ella
estaba ausente, su cuerpo estaba sobre la silla, sentado, y muy correctamente,
por cierto, pero no había ningún signo de vida en sus ojos. Tal parecía que en
un extraño fenómeno de alquimia su ser se había disuelto en la salsa de las
rosas, en el cuerpo de las codornices, en el vino y en cada uno de los olores
de la comida. De esta manera penetraba en el cuerpo de Pedro, voluptuosa,
aromática, calurosa, completamente sensual. Parecía que habían descubierto un
código nuevo de comunicación en el que Tita era la emisora, Pedro el receptor y
Gertrudis la afortunada en quien se sintetizaba esta singular relación sexual,
a través de la comida.
Pedro
no opuso la dejó entrar hasta el último rincón de su ser sin poder quitarse la
vista el uno otro. Le dijo:
-Nunca
había probado algo tan exquisito, muchas gracias"
Ella estaba
en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino dos pasos
y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la
alcanzaré. ¿Para qué sirve la Utopía? Para eso sirve: para caminar (Eduardo Galeano).
Hay películas que uno ve "de joven" y le causan una hondo impresión pero, cuando vuelve a
verlas al cabo de tiempo, ya no le conmueven de la misma manera. No es el caso de “Un lugar en el
mundo”, de Adolfo Aristaráin, auténtico canto a la utopía. Una de esas películas que dejan una huella imborrable.
Prólogo (Ernesto acude a visitar la tumba de su padre. El resto de la película será un continuo flash-back de recuerdos):
No sé por qué vuelvo, no tiene sentido volver, después
deocho años
o casi nueve, volver a un lugar que ya no existe.Sigo haciendo cosas
sin pensarlo demasiado, sin medir lasconsecuencias. Más o menos como
vos. Las leyes de lagenética no fallan, diría mamá. Cuando le dije que
venía me miró como si estuviera enfermo. Deformaciónprofesional,
supongo, pero no hizo preguntas. Entendiómenos cuando le dije que
volvía mañana, que ni siquierame iba a quedar una noche. Entendió menos
o entendió TODO. Con la vieja nunca se sabe. Para qué voy a gastar “guita”, el
micro llega por la mañana temprano y se va a las diez de la noche. Tengo dos
horas de viaje hasta Buenos Aires para apolillar y casi todo el día para
pedalear unos cuantos kilómetros. Y tratar de saber por qué. Turista no soy,
los paisajes no me emocionan, de la gente conocida no queda casi nadie. Amigos,
ninguno. A lo mejor vengo nada más que para hablar un rato con vos, para
contarte algunas cosas que me pasaron. Para decirte lo que pienso hacer. Estoy
en una edad de mierda en la que te ves obligado a tomar decisiones.
No te preocupes, no vuelvo para saber quién es mi
padre, ni para conocerte realmente. Ni para descubrir tus zonas oscuras. No va
por ahí la cosa. Siempre fuiste un tipo transparente, sólido como una pared,
pero transparente. Y si a veces no te entendía, no era culpa tuya. No era culpa
mía tampoco, era demasiado chico para entender algunas cosas. Cuando empecé a
entender las cosas de los mayores fue porqué sin darme cuenta había dejado de
ser chico.
A lo mejor vine para acordarme bien de todo lo que pasó aquel invierno. Me
gustaría saber tu versión. Yo conozco sólo parte de la historia. Algunas cosas
las viví, otras las escuché o las intuía. A lo mejor vine porque me di cuenta
de que se me estaban borrando y me dio bronca. No se puede ser tan imbécil. Hay
cosas de las que uno no puede olvidarse. No tienen que olvidarse aunque duelan.
Epílogo:
En cuanto volvimos a Buenos Aires mamá enganchó un
laburo en un hospital. Trabaja demasiado y nos vemos poco. No es por la guita.
También trabajo y más o menos nos arreglamos. Yo creo que trabaja mucho para no
tener tiempo para pensar. Todavía le cuesta creer que vos no estés. Habla de
vos con bronca, como si el infarto hubiese sido culpa tuya. A mí a veces
también me da bronca no tenerte al lado para hablar con vos. A veces no hacéis
mucha falta, viejo. Después de que pasó lo tuyo en diez días liquidamos lo poco
que teníamos y nos fuimos a Buenos Aires. Yo terminé el Primario en un colegio
que tenía Secundario. Como vos querías. Las piedras todavía las tengo, pero no
me dio por ese lado. Me dio por la medicina… (Plano del padre de espaldas vuelto hacia el lugar).
Me gustaría que me dijeras cómo hace uno para saber
cuál es su lugar. Yo por ahora no lo tengo. (Plano del paisaje extenso e infinito del oeste de
Argentina donde se hadesarrollado la acción) Supongo que me voy a
dar cuenta cuando esté en un lugar y no me pueda ir. Supongo que es así. Ya va
a aparecer. Todavía tengo tiempo de encontrarlo.
“Las verdades elementales caben en el ala de un
colibrí”, decía el poeta José Martí.
Pequeño, pero elegante y casi mágico,
capaz de volar hacia adelante, hacia atrás, hacia arriba y hacia abajo, el
colibrí representa, en algunas culturas, al intermediario que salva a la
humanidad del hambre. En la civilización maya, el sol se disfrazaba de colibrí
para seducir a la luna.
Pocas imágenes pueden ser tan sugerentes
como la de la mariposa besando al colibrí, idea que aparece en una canción del
año 92 del cantautor cubano Silvio Rodríguez titulada “Abracadabra”. Desconozco
si la utilizó como metáfora de lo milagroso que resulta encontrar el amor
verdadero (el hombre más afortunado que pisa esta
tierra es aquel que encuentra el amor verdadero, aseguraba el Conde Drácula cuando, en la obra maestra de Ford Coppola,
veía en Mina Harker la reencarnación de su amada Elisabetha) o como ejemplo de
la dificultad que entraña modificar las cosas y de lo importante que es seguir
creyendo que es posible. En cualquier caso, me sirve para el propósito de
bautizar este nuevo cuaderno virtual en el que tendrá cabida todo aquello que,
de una u otra forma, me emociona, me seduce o sencillamente me provoca el
impulso de compartirlo.